No puedo negar que cuando me enteré de la noticia de
hacer una marioneta, me invadió una ira y entré en caos, creo que no fui la
única persona a la que le sucedió lo mismo, varios de mis compañeros expresaron
el mismo sentimiento; y no es para menos, estamos en una época en donde todos
los profesores dejan trabajos y trabajos, no nos dejan respirar. 
Resignada con cumplir con este trabajo emprendí la
marcha; hacía unos meses ya había hecho marionetas con mi grupo de trabajo, las
realizamos en cartón paja y pensé que por ese lado tendría ventaja. Pasó toda
la Semana Santa y no me surgían las ideas estaba indecisa entre hacer una bruja
o un lobo feroz, pero no quería realizarla de la forma que ya conocía, quería
hacerla de madera. Una compañera me envió un video de “Hágalo usted mismo” y
especificaban claramente cada paso.
Empecé a entusiasmarme poco a poco, recordé mis días en
el colegio en donde me maravillaba de cada trabajo manual, la verdad no era muy
brillante ni tenía la destreza, pero me esforzaba con cada cosa que hacía. Y
así lo fue con la marioneta, compré los materiales necesarios, madera, clavos, hilos,
cáncamos, tela, entre otros. La verdad inicié el pasado domingo con ello, me
desperté muy temprano y empecé con mi proyecto, tomé medidas, corté madera y me
gustó el esqueleto que había formado durante toda la mañana. 
Luego inicie con el vestido, decidí hacerlo con encajes
negros, pues tenía pensado hacer una bruja, cocí alrededor de 3 horas seguidas,
a mano, fue muy gratificante ver que el vestido poco a poco iba tomando forma. 
 Al
finalizar la tarde, sucedió un pequeño problema con la cabeza de la marioneta,
se dañó y pronto me tocó improvisar una cabeza con madera que había en mi casa,
por eso quedó algo desproporcional la cabeza con el resto del cuerpo, proseguí
a vestir a mi marioneta y finalmente colocarle las cuerdas para el movimiento. Fue
difícil, no conseguía hacerla mover, se me enredaban los hilos, fue horrible,
maldecí como nunca. Por un momento quise botarla y dejar la dichosa marioneta a
un lado, pero mi padre con paciencia la desenredó y solucionó el problema. 
El producto final no fue una bruja, sino una viuda a la
cuál bauticé como Bernarda Alba, igual que un personaje de la célebre obra de
Federico García Lorca “La casa de Bernarda Alba”. No fue la marioneta más
linda, pero al igual tuve la satisfacción de que la elaboré y le dediqué
tiempo, con ello salí un poco de la rutina y regresé a mis días de infancia. 
