Es sábado por la mañana y los
primeros rayos del sol cobijan al par de compadres que todos los días salen a
laborar por las calles del Centro de Bucaramanga, y no es cualquier trabajo ya
que madrugan a las tres de la mañana para comprar la mercancía que
posteriormente venderán al “menudeo” como ellos mismo lo llaman. Sí, son
vendedores ambulantes que por medio de este humilde pero honrado trabajo
intentan sacar adelante a sus familias conformadas por esposa y cinco hijos
respectivamente.
La mañana transcurre sin percances,
Juan, el vendedor de la zorra amarilla con banderas de Colombia que contiene
mangos, invita el desayuno a su compadre Jorge quien vende aguacates en una
canasta pequeña para mejor comodidad. El desayuno es el predilecto de todo
colombiano, tamal, chocolate y pan, realmente se ve la familiaridad con que se
tratan este par de personas, y no es para menos, Jorque es el padrino de Wendy,
la hija menor de Juan.
Trascurren las horas y empieza el
agitado comercio por la calle 33, cerca de la plaza central; las señoras de la
“vida alegre”, (si es que se le puede llamar así a las pobres mujeres que
tuvieron poca fortuna en la vida), salen a esperar clientes pueblerinos que
llegan en busca de los servicios de éstas; el tráfico se hace más lento por las
múltiples carrozas de mercado ubicadas sobre la calle y la gente que se
estaciona para escoger la mejor mercancía para llevar a sus hogares. Jorge
logra vender tres aguacates por cinco mil, además ayuda a su compadre
convenciendo a la ama de casa para que lleve también los frescos mangos de Juan
para que haga un delicioso jugo para el almuerzo. En esta constante interacción
de fraternidad pasa la mañana hasta que llega el almuerzo. 
Con el ardiente sol de mediodía los
compadres mandan a comprar un par de cervezas para calmar la sed producida por
“el mono” (el sol), que entre risas y chanzas van pidiendo más alcohol y dejan
a un lado su mercancía para darse un espacio de esparcimiento y diversión.
Mientras van llegando sus hijos a pedir dinero para comprar golosinas, los
compadres completan una caja de cerveza Águila y se va acortando el presupuesto
para el mercado semanal de sus casas. 
No en vano dicen que los niños y los
borrachos dicen la verdad, y esta razón sería la causa de un rose; a Jorge se
le ocurre mencionar un encuentro furtivo que tuvo en su juventud con Marina, la
mujer de Juan, éste bastante acalorado y decepcionado de su compadre saca su
cuchillo con el que abre las cajas de mercancía y amenaza a Jorge con
arrebatarle la vida. Éste no se queda atrás y desenfunda un arma corto punzante
con la que responde a las amenazas de Juan. Mientras los gritos de los curiosos
y algunos transeúntes impactados, se va avivando  la riña entre los dos hombres que hasta hace
una hora eran amigos y compadres del alma.
En una maniobra bien elaborada y
aprovechando el descuido de Jorge a quien el alcohol está disminuyendo sus
reflejos, Jorge clava en el abdomen de su compadre el cuchillo y posteriormente
se ensaña con éste hombre que cayó boca abajo contra el pavimento; al ver
correr la sangre, los curiosos llaman inmediatamente a las autoridades
competentes quienes no demoran en bajar del CAI ubicado en el parque
Centenario. Dos de los tres policías esposan a Jorge quién todavía se encuentra
sobre el cuerpo aún con vida de su compadre, salpicado hasta el alma de sangre
se llevan al vendedor de aguacates para el CAI e inician el proceso legal
correspondiente; por otro lado la ambulancia traslada de inmediato a Juan al
hospital universitario pero en el camino muere.
Ante esta situación que agrava el
delito de Jorge, éste es enviado a la cárcel modelo a primera hora del domingo.
Los forenses indicaron que el pulmón de Juan estaba totalmente destruido por
las diferentes puñaladas recibidas que en total fueron cuarenta y cinco. 
La investigación que reunió el
encargado del caso arrojó que el comportamiento de este par de compadres  era habitual pero el sábado 13 de abril la
historia cambiaría. Los testigos dijeron que se había iniciado ya que Juan
insultó a la madre de su compadre, otros dijeron que fue porque Jorge no quería
pagar las dos canastas de cervezas consumidas en la tarde y unos pocos
mencionaron la razón anteriormente citada de los amoríos de Marina y Jorge.
La única verdad es que por una tarde
de “frías” dos familias quedaron sin padre, por un lado la familia del difunto
Jorge y por el otro la familia de Juan, quien recibió 25 años de cárcel por su
delito y sobre todo terminó la amistad entre dos grandes compadres quienes por
los influjos del alcohol se convirtieron en enemigos.
